Según un Principio Cosmológico, ni existe un centro del universo, ni existe un borde, ya que todos los lugares del universo son iguales y tiene el mismo aspecto mires en la dirección que mires. De este modo si el universo fuese finito carecería de bordes, así pues el universo unidimensional representado por una línea recta finita, debería tener sus dos extremos o bordes unidos formando un círculo. Los puntos o entes unidimensionales podrían llegar a un mismo lugar siguiendo dos direcciones distintas. A esto se le denomina universo múltiplemente conexo. Desde Georg Bernhard Riemann, los matemáticos han estudiado las propiedades de espacios múltiplemente conexos en los que diferentes regiones de espacio y tiempo están enlazadas. Y los físicos están ahora estudiando seriamente mundos múltiplemente conexos como un modelo práctico de nuestro universo.
Más recientemente, algunos autores se han aventurado a escribir libros donde hablan profusamente sobre hadas, duendes y gnomos desde una perspectiva global, intentando clasificarlos en familias, nombrarlos y definirlos. Una ardua tarea. Y ciertamente los datos que nos ofrecen estas obras son valiosos y clarificadores pero siempre de una parte del fenómeno. Obras que van desde el libro que escribió Walter Scott “La verdad sobre los demonios y las brujas” hasta “El diccionario de hadas” de Katherine Briggs. Todas ellas son muy válidas y hay que reconocer el esfuerzo y la dedicación de sus autores por acercarnos a unos seres tan sutiles y por hacernos comprensible un mundo totalmente incomprensible, pero que aportan una visión muy parcial de toda su complejidad. Podemos leer de arriba abajo el libro de Roberto Rosaspini Reynolds “Hadas, duendes y otros seres mágicos celtas” y quedarnos como estábamos al principio. Porque, ciertamente, nos habla de hadas (terrestres, acuáticas, domésticas, malévolas…), de duendes, gnomos, silfos, salamandras, ninfas, elfos, trasgos y animales feéricos pero redunda en más de lo mismo. Unos copian a otros y es lógico.
Hay un claro vínculo entre las Hadas y la teoría de la relatividad de Einstein. Y sería adecuado que nos acercarnos a esta especie de realidad paralela sin prejuicios, con cierta curiosidad y con todos los conocimientos y datos que tengamos a nuestro alcance, sin negar ni aceptar nada a priori. Fijándonos en los aspectos más llamativos que en ocasiones nos pasan desapercibidos como, por ejemplo, el concepto del tiempo en casi todos estos relatos. ¿Por qué esa insistencia de que el tiempo transcurre más despacio en el país de las hadas y que por tanto puede ser peligroso para un ser humano el penetrar en esta dimensión? La teoría de la relatividad de Einstein, donde se plantea esa singularidad del tiempo, se publicó en 1913 y la gran mayoría de estas leyendas proceden, por lo menos, de la Edad Media y se pusieron por escrito a partir del siglo XVII. Un enigma de tantos que está aún por desvelar. Ninguna teoría explica la totalidad del misterio, pero todas ellas nos acercan a una realidad trascendente y escurridiza. La temática de los universos paralelos y de otras dimensiones es muy frecuente en la ficción, tanto en libros como en series de televisión. Escritores como Lovecraft, Lumley o C.S. Lewis la han utilizado en sus narraciones.
En algunos casos un universo paralelo es similar al nuestro, pero con eventos históricos diferentes. En otros, el universo ó dimensión son lugares infernales repletos de formas de vida monstruosas. En la serie Stargate, John Sheppard y su equipo viajan a distintos universos paralelos en donde en uno se encuentran a ellos mismos muertos. En la serie de ciencia ficción policiaca Fringe se toca ampliamente el tema de una posible guerra interdimensional entre los habitantes de dos universos paralelos. En la serie Flashforward aparece esta teoría en un diálogo. En la serie estadounidense Perdidos, durante su sexta y última temporada, presentan supuestamente dos universos paralelos debido a la explosión de una bomba de hidrógeno en 1977: Una en que los supervivientes del accidente aéreo son teletransportados al presente, 2007, y siguen en la isla; y otra dónde el vuelo 815 de Oceanic aterriza sano y salvo en Los Ángeles. Pero Jacques Vallée no ha podido probar que Magonia sea una realidad física, de la misma manera que aún no se ha podido demostrar que el Cielo, el Infierno, el País de las Hadas o el Olimpo de los dioses son lugares reales.
Estamos rodeados por el misterio y nos encontramos perdidos en este universo paralelo que es Magonia, ignorando si nos enfrentamos a hechos reales o ficticios. Como afirma Robert L. Park, director de la oficina en Washington de la Sociedad Americana de Física, en su obra “Ciencia o vudú”, “no es sorprendente que el público tenga problemas a la hora de distinguir entre charlatanes y expertos: no hay nadie que le diga quién es quién”. Nuestra época sobrepasa a las conocidas que la precedieron en lo que se refiere a acumulación de conocimientos técnicos. Pero, sin embargo, nuestra época también ha sido testigo de sorprendentes objetos aéreos, designados como platillos volantes u objetos no identificados (ovnis). Y los relatos abundan en descripciones de aterrizajes efectuados por estos aparatos, muchas veces con información de las características físicas y del extraño comportamiento de sus ocupantes. Se ha especulado mucho sobre la naturaleza de los ovnis, desembocando en diversas investigaciones realizadas por comisiones científicas y militares.
Pero en estos estudios apenas se ha hecho caso del material recogido con respecto a los aterrizajes de estos aparatos. Los investigadores casi nunca han tenido en cuenta el hecho de que unas creencias idénticas a las que aparecen hoy se han producido periódicamente durante toda la historia de la Humanidad. Si tomamos un amplio muestreo de este material histórico, veremos que se halla organizado alrededor de un tema central: la visita de seres aéreos procedentes de uno o varios países legendarios y remotos. Varían los nombres y las características, pero la idea central permanece. Llámese Magonia, cielo, infierno, País de las Hadas…, todos estos lugares tienen una característica común: ningún ser viviente puede llegar a ellos, excepto en muy contadas ocasiones. Los emisarios de estos lugares sobrenaturales llegan a la Tierra a veces en forma humana y otras bajo la apariencia de monstruos o extraños seres, y realizan maravillas. Ayudan o atacan a los hombres e influyen mediante revelaciones místicas. Seducen a las mujeres, y los pocos héroes que se atreven a buscar su amistad descubren que las doncellas del País de las Hadas sienten unos deseos que, más que de naturaleza puramente etérea, ponen de manifiesto una naturaleza claramente física.